CARTA A MI MÓVIL

Querido móvil:

Debo reconocer que al final te saliste con la tuya, me ganaste la batalla.

Tus antepasados eran del tamaño de un ladrillo. Costaban una pasta, así que sólo los empresarios y los snobs podridos de dinero podían comprarte. Tenía gracia, la cosa: veías a un tío dirigirse a un banco con algo parecido a un cóctel molotov o a una piedra y pensabas "¡coño, vuelven las barricadas!"; hasta que te dabas cuenta de que el colega lleva traje de El Corte Inglés*, así que probablemente iba al banco para ingresar un porrón de billetes a la cuenta de Suiza.

Las cosas cambiaron, y los de tu especie evolucionaron: muchos más pequeños, económicos, con un montón de accesorios. Y la gente empezó a utilizarlos. Daba igual si eran necesarios o no; la publicidad nos habló con su palabra divina y nosotros obedecimos como fieles babosos.

Es verdad que ayudais en situaciones que antes eran bastantes engorrosas. Si te quedas tirado en la carretera, un móvil es algo muy útil; muchos trabajos -técnicos de todas clases, mecánicos, transportes, servicios médicos...- mejoraron su rendimiento.

Pero la mayor parte de la gente cayó en vuestra trampa. Entre vuestros papás, las compañías telefónicas, y vuestras mamás, las empresas publicitarias, creásteis una falsa necesidad que asumimos y aceptamos como gilipollas. Es normal ver cómo niños de incluso de siete u ocho años utilizan alguno de tus hermanos. ¿Qué falta le hace a un niño un móvil? Y en cuanto a lo de las fotos... ¿a quién le interesa que un móvil haga fotos, además de al fabricante para encarecer el producto? A la persona que le interese la fotografía, no le sirve de nada; y quien tiene fotos en el móvil no las ve casi en ninguna ocasión. Lo de los vídeos me parece directamente una pijada. Internet puede tener sus beneficios, pero es muy caro utilizarlo. ¿Juegos? Si es para entretenerme en los transportes, prefiero un libro o mi discman. Mira, lo de que lleveis algunos mp3 no está nada mal...

Al principio era reticente a comprar uno de los de tu especie. Poco a poco mis amigos iban teniendo, hasta que al final era el único que no poseía móvil. Así que empezó a repetirse la mima situación: quedamos a X hora en X sitio; yo estaba allí puntual, pero no se presentaba nadie. Al final tuve que comprarme una pequeña agenda con los números de teléfono de mis amigos -todavía la conservo- para llamar desde una cabina y preguntar qué ocurría. Tres de cada cuatro veces habían pospuesto la cita para más tarde. Como ellos sí tenían móviles, se llamaban entre sí o se mandaban mensajes para modificar la quedada. Siempre me pareció en el fondo una falta de respeto hacia las otras personas: cuando se quedaba en la época pre-móvil, se intentaba ser puntual o llegar con el mínimo de retraso en atención a esa/s persona/s. Pero en la época "movilítica" con cualquier tontada se cambiaban los planes. Seguro que muchas veces es porque algo importante ha retrasado a la persona; pero seguro que muchas otras es por vagueza, no me he duchado a tiempo, estoy cansado y no me apetece quedar ahora...

Bueno, ya te tenía, pero te miraba con recelo y te usaba casi con asco. Ademas, te escogí a tí porque eras el más normalito; le pedí a la dependienta el móvil más simple y más barato que tuviera, sin videos, ni internet, ni pollas en vinagre: con que llame y mande mensajes voy que chuto. Pero me eché novia y ella no tenía teléfono fijo en casa. Y ahí fué donde me tumbaste y ganaste la lucha. Duré todos los asaltos que pude, pero tenías buen coach.

Debo reconocer que al final te saliste con la tuya, me ganaste la batalla. O mejor debería decir tus papás, al fin y al cabo tú eres un pobre chisme; los que tienen interés en que te use son los de arriba -que suelen ser los mismos para todo...-. Pero hoy he vuelto a ver la luz. El viento ondeaba mi melena, el sol iluminaba mi rostro. Recordé que había una vida sin tí. Nunca me gustó estar todo el día disponible para nadie, ni siquiera para mí. A partir de ahora voy a ignorarte excepto para lo fundamental. Te apagaré cuando me apetezca, quiera estar solo, o me salga de los cojones.

¡Juro que jamás volveré a pasar hambre! Digo... ¡Juro que jamás volverás a controlarme!



*Otro día hablaremos de El Corte Inglés, que tiene también guasa...