sábado, septiembre 30, 2006

IMBÉCILES ETERNOS

Les horroriza cumplir años. Se asustan de lo rápido que pasa el tiempo y se sienten engañados. Como si el tiempo hubiera ido alguna vez despacio.

Quieren aprovechar al máximo la vida. Así que siempre están haciendo planes, cosas que hacer, proyectos. Pero, curiosamente, se pasan el día a día haciendo lo menos posible, sin ganas de nada, dormidos en la monotonía, atrapados en una desidia que no les permite vivir y hacer cosas, los pobres.

Estan obsesionados con "los placeres de la vida". Aunque en la práctica tienen una lista bastante curiosa y reducida de esos placeres: follar, beber, salir, quizás viajar... El problema es que, en el fondo, no los disfrutan cuando los tienen: siempre están pensando en el siguiente, en el próximo. Tienen que acumular cuantos más mejor, como si pudieran guardarlos en un baúl y decir "miren cuánto he vivido, cuánto he disfrutado, pasen y vean".

Negarme la muerte significa negarme la vida. Necesito saber que el tiempo pasa, que mi cuerpo y mi mente se consumen, que tienen una decadencia y no voy a poder evitarlo. Sólo teniendo presente el concepto de finitud puedo darle a cada cosa que hago y que me ocurre un peso, una importancia real y lúcida.
La vida también consiste en dolor, malos ratos, en cerrar la casa cuando me siento herido -que diría Sabina-. O en tener que dedicar esfuerzo y tiempo para conseguir algo que deseas. Aunque te pierdas otras cosas en principio más atrayentes y que también te gustan. Aunque eso signifique tirar por el camino difícil.